Chulucanas, tierra de ceramistas

 Guido Sánchez Santur

La expresión artística más tangible y evidente de los pueblos preincas fue la cerámica, a través de la cual expresaron sus actividades rutinarias, sus creencias y su cosmovisión del mundo mítico. Este arte también permitió conocer el grado cultural que alcanzaron.
La cultura Vicús que se asentó en el territorio de Chulucanas (Piura) tuvo un enorme auge cultural, irradiado a otras civilizaciones de menor desarrollo, tal cual se aprecia en su cerámica excavada en el cerro del mismo nombre, a tan sólo siete kilómetros al sur oeste de la ciudad.
Parte de estos vestigios forman parte de colecciones particulares, pero la gran mayoría están catalogados en el museo José Antonio Eguiguren de Piura, donde se les destinó una galería especial.
Como prolongación de este arte, el poblador chulucanense contemporáneo heredó esa habilidad de trabajar la arcilla a la que convierte en una hermosa cerámica que parece losa, de colores cálidos y figuras de estilo propio y motivos regionales.
Esta característica dio lugar a una alta cotización en el mercado nacional y en el extranjero (América Latina, Europa y, con mayor énfasis, en Estados Unidos). Por eso, muchos pobladores se han dedicado a esta actividad y en sus mismas viviendas improvisaron talleres que, a su vez, sirven de espacios de entrenamiento para los jóvenes aprendices.
El más famoso de los ceramistas de esta tierra es Gerásimo Sosa, cuyo nombre es sinónimo de calidad, pulcritud y belleza. De él han aprendido la mayoría de artistas que hoy trabajan la arcilla, y sus obras son el atractivo principal de los turistas que arriban al norte peruano, muchos con el único propósito de pisar suelo chulucanense y llegar hasta La Encantada, ese rincón de casas humildes, pero con un enorme espíritu artístico que trascendió la historia.
TRADICION Y FOLKLORE
En las blanquecinas y áridas lomas corren pardas lagartijas, escondiéndose entre la grama salada, los carrizales y cañaverales. Mientras la iguana verde, las tortolitas y las ardillas buscan su alimento en las plantaciones de yuca.
Las garzas han hecho de las orillas del río su morada, revoloteando a la caza de pequeños bichos que son su alimento. Las míticas lechuzas con su sonido tétrico parecen coincidir con el augurio temerario de las abuelas, el canto del gallo y el aullar del perro. Dizque estos animales advierten cuando algún vecino va a morir.
- ¡Ché! eso no es cierto, dicen los más incrédulos.
- ¡Guá!, ya verás, mañana o pasado, se sabrá quién ha muerto, responde el otro, un poco temeroso, pero convencido de la predicción.
COMIDAS TIPICAS
Asimismo, el norte destaca por la exquisitez de sus comidas, pero cada pueblo tiene su sazón especial. Las cocineras de Chulucanas le imprimen un sabor particular al ‘seco de chabelo’ (plátano con carne), muy popular en Catacaos.
Los chifles son otro potaje, que no escapa a la habilidad de la ama de casa chulucanense. También el arroz con cabrito, el plato más exquisito del norte. En ninguna otra parte del Perú se prepara ricura tan igual porque la carne del pequeño caprino adquiere un sabor singular por su alimentación con pasto verde.
Del mismo modo, son exquisitos los sudados de pescado, carne al jugo (con arroz blanco y yuca). La chicha de jora no falta en las picanterías para acompañar el cebiche. Ambos ingredientes son infalibles en la mesa de cualquier reunión familiar o amical que termina con un ‘piqueo’ de pescado o de carne.
• UN DENSO PASADO
Chulucanas es un polvoriento pueblo que pesadamente se levanta desde tiempos inmemoriales de la historia peruana, cargado de cultura y tradición. El calor y la sencillez de su gente son la expresión más pura de su añeja grandeza. Sus antiguos habitantes estuvieron sometidos a los Tallanes, que servían a los Incas, quienes para asegurar la transculturización de esta raza, fuerte y guerrera, trajeron mitimaes de Canas. De esta denominación se desprendería el nombre de Chulucanas, según especulan algunos historiadores.
Otras versiones, con sabor a leyenda, sostienen que la voz Chulucanas deriva del quechua ‘Cholocani’ que se traduce: "Me estoy derritiendo al calor que hace en este lugar". Mariano Felipe Paz Soldán refiere que este vocablo proviene del aimara ‘cholo’ (fruta parecida a la piña).
Durante la Colonia se creó la reducción de Chulucanas y hasta 1837 el lugar era sólo un caserío con 3,000 habitantes. Entonces el hacendado de Yapatera, Francisco Távara, cedió al párroco Mercedes Espinoza un terreno -donde hoy se levanta la ciudad- con la finalidad de que se convierta en pueblo y se repartieran solares a la usanza española. Esta categoría la adquiere en 1839, dejando de ser propiedad de la hacienda.
Esos años el prefecto de Piura obsequia la imagen de San Ramón, que fue colocada en lo que hoy es la catedral de la Sagrada Familia, a raíz de lo cual se le bautizó como Pueblo de San Ramón.
En 1936 se crea la provincia de Morropón, con su capital Chulucanas, cuya sede generó una en disputa que dio lugar a una conocida polémica periodística entre el escritor Enrique López Albújar y el poeta Manuel Manrique Carrasco, natural de estas cálidas tierras.
La tierra del mejor limón
Los arenales resecos contrastan con el verdor del valle que se levanta imponente a lo largo de los caminos de herradura que conducen a las huertas, atravesado por el cristalino río Piura. La ciudad está rodeada de cerros, como el Ñañañique, que cobija restos arqueológicos de la cultura Vicús, unos explorados y otros sin excavar.
Pese a la escasez del agua, en estas tierras se cultiva el mejor limón ácido del mundo. De su corteza industrializada se extrae el aceite con el que los productores conquistaron el mercado europeo. Este cítrico es, además, el ingrediente principal para aderezar el delicioso cebiche, que como en Catacaos, se expende en las picanterías y chicherías.
Otra deliciosa fruta que emana de sus fértiles suelos es el mango, el más sabroso y cotizado en los mercados nacionales y extranjeros, ya sea criollo o injerto que se oferta en México, Estados Unidos, Canadá, Irlanda y otros países. De aquí también sale papaya, naranja y ciruela.
Su riqueza forestal se sustenta en los bosques de algarrobos, materia prima de los pequeños aserraderos donde se confecciona los cajones para el envasado de la fruta.
El asno, animal típico, ha sabido ganarse el aprecio del poblador chulucanense, como en todo el norte. Es una acémila de carga que transporta el forraje para el ganado de engorde, o los alimentos de panllevar, desde la chacra al pueblo.
Este personaje se ha convertido en leyenda, como el perro "biringo", domesticado por los mochicas, chimús e incas. Es heredero directo de ese ancestral pasado que se fusiona con los elementos de la modernidad. Es parte de la misma tradición, el asno o piajeno, el arenal y el algarrobo, de cuyos frutos se alimenta.
Del algarrobo, rico en proteínas, luego de un breve y artesanal proceso se extrae la reconocida algarrobina, de reconocidas propiedades proteicas.

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