SAN PEDRO

Los pescadores
están de fiesta
Guido Sánchez Santur


Las caletas, balnearios y puertos están adornados con las mejores flores, como ocurre cada junio de todos los años; y la calles y esquinas de los pueblos costeros lucen maquilladas con multicolores cadenas de papel caramelo, mientras los pescadores alistan sus flamantes trajes de gala. La fiesta ha llegado, es monto de homenajear al patrón y protector de quienes desafían las embravecidas aguas del mar: San Pedro.
Los preparativos comenzaron semanas atrás y la celebración llegará a su clímax este 29 de junio, cuando los pescadores sacarán en procesión la sagrada imagen para recorrer el litoral y hacerla navegar derramando sus bendiciones en alta mar, en medio de oraciones e invocaciones de protección para salir airoso de las peligrosas faenas de pesca.
Por eso, un ramo de flores arrojado al mar, entre cánticos y estruendosos cohetes lanzados al aire, es muy oportuno. En Paita, Santa Rosa, Pacasmayo, Huanchaco, Salaverry o en Chimbote la efervescencia de los festejos está marcada por la fe y la tradición, cuyo folclore le imprime un colorido y tractivo especial. Esta celebración adquiere mayor dimensión en San Pedro de Lloc, a una hora de Trujillo, este santo es patrón del pueblo desde los tiempos coloniales.
Aquí los festejos comenzaron el 14 de junio y se prolongará hasta el 2 de junio. La celebración está en su pleno esplendor, matizada con un concurso de caballos peruanos de paso, pasacalles con bandas típicas, retretas, fuegos artificiales.
El día central, domingo 29, la celebración se inicia con un recorrido de la banda Santa Cecilia de San Pedro. En la tarde es la multitudinaria procesión de la imagen que saldrá del templo para recorrer diferentes calles en hombros de sus devotos.
• UN POCO DE HISTORIA
San Pedro, capital de la provincia de Pacasmayo, tiene sus orígenes en la cultura milenaria preinca, cuyo príncipe Lloc imprimió un estilo de gobierno y organización que marcaron el rumbo de esta civilización que se asentó en las faldas del cerro Puémape.
Durante la Colonia, los padres agustinos afincados en Guadalupe emprendieron la tarea de evangelización y llegaron al pueblo de Lloc (Pueblo Viejo) en las postrimerías del siglo XVI. Lloc recibe el nombre cristiano de Santiago tras ser bautizado.
Luego el poblado recibe el nombre de San Pedro, en virtud de la semejanza ocupacional de apóstol Pedro con la de los pobladores, agregándosele ‘de Lloc’”, en reconocimiento al fundador. Este es un pueblo de gente hospitalaria, ‘amable y culto’ que se enorgullece de su tradición sustentada en el consumo del cañan, como lo hacían sus antepasados.
Esta especie se reproduce y abunda a la sombra del algarrobal El Cañoncillo y su exquisita carne se prepara en ceviche, guisado, tortilla o en picante, potajes muy famosos, por cierto. Esta carne es muy rica en calorías y proteínas, pues su alimento principal es el fruto del algarrobo.
Cuenta la tradición que ancestralmente esta delicia gastronómica sólo se le invitaba al visitante que la caía bien a é o ella ofrecía y, para no creerlo, el forastero terminaba formando parte de la familia.
MAS ALLÁ DE LA FIESTA
Esta festividad es sólo un motivo para disfrutar un fin de semana entre la naturaleza, conociendo otra página de nuestra historia y en medio de la alegría de su gente. En esta provincia tenemos la oportunidad de relajarse en la caleta de Puémape, los balnearios El Milagro y Santa Elena o las playas El Barco, Punta de Urricape, El Chongón y La Banderita. Y si queremos cultura vayamos a los sitios arqueológicos del Pueblo de Lloc, ruinas de Sincape, Huaca Sisnam, Santonte, Mazanca, Kala, Gran Cacique Kon Kon. tramos del camino del Inca, cerro de Chocofán, Pampas de Jatanca y cerro El Cañoncillo.
En esta provincia se halla el esplendoroso bosque de algarrobos de El Cañoncillo, donde se puede practicar caminatas (trekking), turismo de aventuras, observación de aves o visitar las extensas lagunas que aflorare al interior de esta hermosa área protegida.
La iglesia de la época colonial es otro atractivo, con sus singulares imágenes de santos en alto relieve que constituyen el mayor atractivo artístico. Además de su Plaza de Armas, donde se yerguen elevadas palmeras que dan sombra a propios y extraños, quienes tienen la oportunidad de degustar los más sabrosos tamales, famosos en el norte peruano.
El museo Raimondi, a media cuadra de la Plaza de Armas, alberga valiosos apuntes y material que utilizó este sabio naturalista italiano, que pasó una temporada en estos lares, mientras analizaba la información de la ecología y geografía recogida en los andes peruanos. 
Aquí encontramos un mosaico de posibilidades para disfrutar, conocer y aprender, la distancia es corta y la satisfacción justifica el esfuerzo de un viaje; el calor de su gente nos subyuga y nos invita a hacer este fin de semana una experiencia inolvidable, que se corona con el arco de la entrada sur de la ciudad, una pieza arquitectónica que conjuga con la sombra que nos tienden las añosas copas de los fícus de la avenida Raimondi.

Bravos guerreros de Lloc 
Los historiadores sostienen que en 1378 gobernaba el valle de Chicama el aguerrido curaca Gran Chimú, acantonado en Chan Chan y que se caracterizaba por su absolutismo, lo que despertó celos entre los demás gobernantes del imperio. En su afán de ampliar sus dominios y hacerse más poderoso, ordena a su general Pakatnamú, hombre de carácter enérgico y guerrero para que someta a sus dominios los territorios del norte.
Entonces, Pakatnamú llega al fértil valle del Jequetepeque y de inmediato logra que las tribus reconozcan como jefe máximo al Gran Chimú. Las primeras en conquistarlas fueron las que habitaban en las faldas del cerro de Puémape que comandaba el cacique de Lloc, las más distinguidas de estos lugares.
Continuando su infatigable labor conquistadora hace lo mismo con las tribus de los Yengle, Channa, Totero, Mazanca, Jatanca, Chocofán, las del Cacique Koskón, luego Jequetepeque y por último las del cacique Chepén.
Antes de la conquista por los españoles, el cacique Santiago de Lloc con el afán de dedicarse más al cultivo de las tierras, ordena que toda su tribu avance dos leguas al norte del cerro Puémape, con la finalidad de fundar una nueva estancia, propósito que consigue sin esfuerzo alguno y lo organiza en el lugar que hoy se conoce con el nombre de Pueblo Viejo.
A la llegada de los españoles, entre 1538 y 1540, esa tribu cambia de nombre, y pasa a ser San Pedro de Lloc. Esto se le atribuye a la analogía del oficio que recibe la tribu de la imagen San Pedro, agregándosele la palabra Lloc, en homenaje a su fundador.
En 1569, el virrey, Antonio de Toledo, de tránsito a la ciudad de Lima, visita al santuario de la Virgen de Guadalupe, y le señala como dominio a la referida Virgen, entre otros pueblos el de San Pedro de Lloc.

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