El esplendor del bosque El Tunsho

Por: Jimy Alcantara Zapatel
Luciano Troyes Rivera

Quien ha viajado al norte del Perú (La Libertad, Lambayeque, Piura, Cajamarca y Amazonas) seguramente ha notado la presencia de un curioso ecosistema que se yergue en una zona bastante árida.
Se trata de los bosques secos ecuatoriales, ecosistemas únicos, que compartimos solamente con el sur de Ecuador. En Perú, la mayor parte de ellos están ubicados en la vertiente occidental de la cordillera de los Andes, entre los departamentos de Piura, Lambayeque y La Libertad, no obstante existe una extensión al otro lado (oriental) en las regiones de Amazonas y Cajamarca, representados por extensos espacios arbóreos del valle del Marañón, cuyas características propias (debido a su aislamiento), los hacen particularmente interesantes para los estudios científicos y a los ojos de los amantes de la naturaleza.
Según el experto y ministro del Ambiente, Antonio Brack, los bosques secos del Valle del Marañón son las áreas del país con mayor índice de endemismo, es decir que albergan especies propias que no pueden ser encontradas en otro lugar.
Sin embargo, no cuentan con un área protegida, por lo que es de urgente necesidad delimitar zonas protegidas antes que la destrucción de esos ecosistemas llegue a situaciones irreversibles.
“La ocupación humana está avanzando en forma acelerada y se corre el riesgo de perder parte de nuestro patrimonio natural, con la extinción de especies únicas a nivel nacional y mundial”, precisa el científico.
En este contexto es reconfortante saber que en Jaén (Cajamarca), a tan sólo 30 minutos de la ciudad, existe una iniciativa que busca proteger y recuperar uno de estos ecosistemas maravillosos, a través del Área de Conservación Privada "Gotas de Agua", Bosque seco El Tunsho. Este nombre se le dio como reconocimiento a una de las especies emblemáticas que prevalecen allí.
Esta es una iniciativa del profesor Luciano Troyes Rivera, quien desde 1990, junto con su madre Blanca Rivera y su sobrina Blanca Córdova Troyes, desplegaron sus esfuerzos orientados a conservar la flora y fauna en terrenos de su propiedad (Fundo Gotas de Agua) con la finalidad de evitar la destrucción de la flora y la fauna ante el avance de la agricultura.
Con este propósito Luciano fundó la asociación civil “Gotas de Agua”, y un 14 de febrero del 2001, con la ayuda de su esposa Marlene Domínguez y sus hijos Paúl, Pierre y Andreé, iniciaron el proyecto de reforestación “Planta un Árbol con tus Propias Manos”, convocando niños de diversos centros educativos del nivel inicial. Así sembraron acerillos, iguaguanas, tunshos, catahuas y algarrobos, etc.
“Los primeros plantones se regaban a goteo utilizando botellas descartables y el agua se compraba a la municipalidad de Jaén, que lo transportaba en una cisterna a nuestro pozo de almacenamiento. Fueron horas, días y años de resistencia, perseverancia, fe y amor por la naturaleza, hasta lograr lo que muchos creían que era una locura o un imposible”, comenta con orgullo y entusiasmo Luciano.
Lo que más le satisface es saber que desde el 2006, ya hay agua en el mismo terreno, lo cual consiguió con ayuda de unos campesinos, instalando tuberías para captarla de un manantial ubicado a más de 9.5 kilómetros.
Tras la visita de amigos y profesionales vinculados a la conservación del ambiente y su identificación con el desarrollo sostenible, se conformó el Patronato de los “Bosques Secos El Tunsho”, entre cuyos objetivos destaca el reconocimiento oficial de esta área como zona de conservación privada, así como su promoción, investigación y difusión.
La importancia esta área natural no sólo radica en las especies que conserva sino también en la relación que guarda con los bosques de neblina (de Huamantanga) que contribuyen al mantenimiento de las lluvias y, por tanto, al abastecimiento de agua a la ciudad.
El bachiller en Biología, Antonio García, graduado en la Universidad de Piura y especializado en Ornitología, determinó 71 especies distintas de aves, de las cuales 19 son endémicas del Perú.
La más representativa, por su pequeño rango de distribución es el Little Inca-Finch (Incaspiza Watkinsi) o Gorrión Jaeno, al que se ha denominado Ave Provincial de de Jaén, sobre el que pende la amenaza de la extinción si no se protege su hábitat. Aunque un reciente inventario del investigador Fernando Angulo demuestra que las especies aumentaron a 90.
Entretanto, la ONG Ecoan está facilitando el apoyo técnico necesario para lograr el reconocimiento oficial del Fundo Gotas de Agua, como Área de Conservación Privada, ubicada a seis kilómetros de Montegrande, en el sector El Pongo. Está rodeado por la quebrada Jaén, el Río Marañón y la quebrada Pushura.
Para llegar hasta allí es posible hacerlo en tan sólo 20 minutos en automóvil, 40 en bicicleta o una hora caminando desde la comunidad de Montegrande (a cinco minutos de Jaén).

Playas del norte,
calor y aventura

Guido Sánchez Santur
sasagui35@gmail.com

La vida en el mar es más sabrosa. Esta frase –extracto de la letra de una canción- resume lo agradable y satisfactorio que resulta disfrutar el verano en las playas del norte peruano, ahí donde el sol es más intenso desde que aparece por el Este hasta su ocultamiento en el Oeste. Esto son escenarios apropiados para quienes recibir el año nuevo escuchando el batir de las olas del mar y respirando el aire más fresco.
Ese circuito de playas puede comenzar a 10 minutos de Huarmey (Ancash), donde está Tuquillo con hospedajes que se ubican a ambos extremos en las zonas más altas. Este es un lugar tranquilo y sereno con un islote a unos cincuenta metros de la orilla, de aguas son turquesas y arena oscura. En los islotes se posan las aves guaneras como el piquero o el mismo guanay, y las infaltables gaviotas.
Más acá está La Pocita, realmente es una orilla rocosa con aguas que se juntan en pequeñas pozas, de allí su nombre. Es ideal para un chapuzón en sus aguas claras sin temor de las olas. No es extraño ver embarcaciones artesanales en esta playa porque la pesca es muy buena aquí.
En La Gramita hay una nueva cadena de acantilados que muestran buenos ángulos del litoral. A todo este conjunto se le conoce como los Corralones. Asimismo, encontramos la playa Culebras, con un paisaje interesante por la cantidad de dunas.
En Casma está el balneario de Tortugas, en el kilómetro 395 de la Panamericana Norte, en una espléndida herradura de aguas azules y turquesas. A 10 minutos de Tortugas, por un camino de tierra, se halla Rincón de los Piños, que ofrece olas rizadas y de largo aliento y, al frente, se levanta la isla La Viuda, así llamada porque en sus peñas naufragó la fragata Mercedes en 1852, en la que se ahogaron mil 200 soldados, incluido el comandante de la nave, cuya esposa, sobrevivió a la tragedia.
En La Libertad destaca Puerto Morìn un hermoso pareja dotado de un ecosistema natural que va camino a convertirse en una reserva ecológica, por sus humedades, su composición geográfica y su extensa playa.
En Trujillo, Las Delicias es un playa muy limpia y de aguas tranquilas. Y la emblemática del norte: Huanchaco, con sus afamados caballitos de totora utilizados por los pescadores. Antiguos relatos locales hablan de un gran señor, Takaynamo, que llegó desde el otro lado del océano en grandes balsas de totora. Mito o realidad, lo cierto es que los peruanos utilizan la totora para construir embarcaciones desde hace 3.000 años.
Malabrigo se impone con la ola más larga del mundo, atractivo especial para los corredores de tabla Hawaiana, pero también propicia para el descanso, gracias a sus confortables establecimientos de hospedaje.
Pacasmayo, en el kilómetro 667 de la Panamericana Norte, es estupenda para los tablistas y para los cultores de la buena mesa, pues preparan un chinguirito -plato a base de pescado seco- de indescriptible suculencia.
Llegamos a Lambayeque y nos topamos con Pimentel, donde el sol hace sentir su presencia entre los meses de diciembre a abril. Su gente es cordial, aunque sus playas no tienen el mismo encanto, que las de Trujillo.
Piura y Tumbes cuenta con playas muy agradables, es el destino favorito de cientos de familias procedentes de Lima. Son escenarios tranquilos y aguas calientes, arenas blancas y finas, así como tenues variaciones de temperatura a lo largo del día y del año, pero mucho calor en el verano.
En esta parte del litoral peruano es posible gozar de la interesante combinación de un mar tranquilo y apacible y olas largas y perfectas que parecen nunca acabar. Estas playas están consideradas entre las más hermosas del país y de las costas del Océano Pacífico, características que las hacen muy especiales,.
Estas playas se encuentran distribuidas en el extremo norte de la costa, entre los kilómetros 886 y 1374 de la Carretera Panamericana Norte. Su acceso es por vía terrestre, desde Tumbes y Piura, recorriendo tramos cortos. En general, el trayecto es apto para todo tipo de vehículo. Existen servicios de buses, colectivos, combis y taxis con rutas directas desde los aeropuertos de las ciudades de ambas regiones.
A principios de 2008 Promperú lanzó la campaña “Tumbes y Piura, un paraíso natural a tu alcance”, como parte de la campaña de turismo interno enfocado a aprovechar la conectividad vial y cercanía de ambas regiones. Las extensas playas, su cálido mar, el radiante sol, la diversión y la exquisita gastronomía son los principales elementos que hacen de nuestro viaje una estadía placentera y lo más satisfactoria, experiencia que se quedará impregnada entre lo más relevante de nuestra historia personal.

Manglares de Tumbes

Donde confluyen el río y el mar


Guido Sánchez Santur

sasagui35@gmail.com

Es un ecosistema conocido mundialmente por su riqueza y variedad biológica. En 1985 lo conocí en una fugaz visita, mientras cumplía una misión periodística durante el último conflicto peruano-ecuatoriano. En esa oportunidad ingresamos por Puerto Pizarro a la Isla del Amor, donde se encontraba apertrechado un destacamento de la Marina de Guerra del Perú, cuyo uniforme de camuflaje se mimetizaba con la arena y la tupida vegetación que crece en la confluencia del agua salada del mar y la dulce, de los ríos Tumbes y Zarumilla, en una extensa área poco profunda.

Con esta remota imagen retorné a Tumbes expresamente para adentrarme en el maravilloso Santuario Nacional Manglares. Esta vez ingresé Puerto 25 (provincia de Zarumilla), ubicado en la zona de amortiguamiento.

Aquí nos recibió un grupo de amables lugareños, pues la comunidad organizada con apoyo de la cooperación internacional construyó algunas habitaciones utilizando madera para acoger a los turistas que deseen pernoctar entre la naturaleza, arrullados con el trinar de las aves. Esta gente ha comprendido que el turismo es una actividad rentable y que es posible complementarla con sus labores agropecuarias.

Provistos de chalecos salvavidas, abordamos el bote que nos trasladó, por las tranquilas aguas de los canales o esteros hacia el bosque tropical de 2 mil 972 hectáreas, distribuidas en cinco islas (Correa, Matapalo, Roncal, Chalaquera y Las Almejas), cuya extensión nos despierta intensas emociones, en cada tramo que avanzamos.

Nos quedamos maravillados con la planta del mangle que, como un gigante, extiende sus largas raíces que, a modo de zancos (rizóforas), se descuelgan de las ramas y se posan en el lodo, ganando terreno al mar al capturar el sedimento de las aguas turbias. Hay cinco especies de mangle: rojo, colorado, blanco, salado y botón, pero aquella característica sólo la tienen las dos primeras.

En las partes más elevadas del manglar se reproducen los cangrejos de las especies arañita, rojo, sin boca, sastre (tijera en el lado derecho) y violín (tijera a la izquierda).

La fauna asociada es de origen marino y terrestre. Se caracteriza por la abundancia de crustáceos y moluscos (conchas y caracoles). En los estudios se identificó 33 especies de caracoles, 34 de crustáceos, 24 de moluscos con conchas y 105 peces. En este hábitat se refugia el cocodrilo de Tumbes (Crocodylus acutus), que se encuentra en vías de extinción.

Asimismo, anidan 157 especies de aves, de las cuales ocho son endémicas, es decir que solo viven en este lugar (Tordo Manglero, Huaco Manglero, Garza Tigre, Garza Cangrejera o Ibis Blanca, Gavilán de Mangle, Chiroca Manguera, Gallineta de Mangle y Ave Limícola). También hay 31 migratorias, provenientes de Norteamérica, en su mayoría (flamencos, pata cuchiviri). Otras especies llamativas son el perrito conchero, la nutria noreste, el oso manglero o mapache (parecido al oso hormiguero), espátula rosada, cigüeñuela, sarapito (ave).

EL BRAZO MÁS LARGO

El acceso a la espesura del mangle es por los senderos habilitados con tablas de madera, con pequeños muelles para el desembarco de los turistas. Nosotros descendimos en sector El Oscuro, recién reconstruido y donde nos esperaba Santos Gerardo Nole Hernández, conocido ‘conchero’ y ‘cangrejero”. Se dedica a la extracción de conchas negras y cangrejos que construyen sus escondrijos en el fango del mangle.

Este personaje es muy singular, al igual que los demás que se dedican a esta actividad, no solo por ser un experto en reconocer el tamaño y el género del Cangrejo Rojo con solo observar el hoyo (los machos abren un orificio más grande) sino también porque uno de sus brazos lo tiene más largo y más grueso a causa del incesante esfuerzo que hace al introducirlo en el fango, siguiendo la trayectoria del animal, como un barreno humano, hasta un metro de profundidad.

Su rutina diaria comienza a las 8 de la mañana y se prolonga hasta las 3 de la tarde, previamente se traslada en su pequeño bote a remo provisto de su indumentaria especial: un guante alargado de tela gruesa en el que introduce su brazo para evitar lastimarse con las piedras o trozos de madera que están enterrados, y una gorra con un trapo que le protege el cuello de los intensos rayos solares. En cada jornada captura un promedio de 48 ejemplares. No siempre encuentra su presa en cada hoyo, con regularidad se le escapa. Esta labor la complementa con la extracción de conchas en la orilla de los canales. Esto es menos dificultoso.

Proseguimos nuestra ruta hasta la ruidosa isla Las Torderas, en cuyo bosque se posan las aves marinas esperando que baje la marea para recoger su alimento en las orillas o pescar sus especies preferidas.

Después de dos horas de recorrido en bote, avistamos el puesto de vigilancia Matamonos, en la isla Punta Capone, a cargo de la Marina de Guerra del Perú, y al frente, separado por el Canal Internacional, está el puesto de vigilancia ecuatoriano. En ese punto no resistimos la tentación de pisar suelo peruano y ecuatoriano a la vez, pues nos encontrarnos en la línea divisoria imaginaria, exactamente en ese pequeño relieve de nuestro mapa, en la frontera norte.

En ese trayecto, de ida como de vuelta, nos topamos con varias personas que desde sus lanchas a remos lanzan el cordel a la espera de que ‘pique’ un robalo, corvina, raya o un charola. Este viaje resulta una experiencia intensa que se funde en nuestro ser con ese calor abrasador, propio del trópico, como ese calor que irradia su gente.

El Cañoncillo, despensa de Pacasmayo

Guido Sánchez Santur

sasagui35@gmail.com


El bosque El Cañoncillo es un hermoso paraje donde podemos practicar el ecoturismo, en incesantes caminatas, mientras respiramos aire puro para contrarrestar el atosigamiento que se experimenta en la ciudad.

También se le denomina Cañancillo, según el historiador y geógrafo Alberto Pinillos Rodríguez, y alberga gruesos troncos retorcidos en sus mil 300 hectáreas de extensión, testigos de la historia de los pueblos aledaños.

Internarse en este oasis rodeado de arenales es todo una aventura inolvidable. Cuando el sol quema, la sombra del leal algarrobo nos protege, mientras el ganado vacuno se alimenta del amarillento fruto que se lo disputan con los caballos y yeguas ariscas, casi silvestres.

El trinar de las aves se convierte en la música ambiental que acompaña el recorrido. De pronto, una rojiza putilla revoletea entre el follaje, compitiendo con el picaflor que finge huir de los visitantes mientras succiona la miel de las flores.

Los retorcidos troncos dan pie a caprichosas figuras que talla la naturaleza. Los más antiguos se arrastran en el cálido arenal que les imprime energía al extremo de rebrotar en pequeños retoños que nacen de sus yemas, los que más tarde se convertirán en rejuvenecidos árboles.

Entre los resecos troncos y arenales corren los cañanes, alimento milenario que aún consumen los pobladores, como herencia de moches y chimús. De vez en cuando un zorro otea a lo lejos, vigilando a los extraños.

Solitaria, cual vigía, a un costado del camino permanece la cruz sobre la tumba de quien fuera el primer guardabosque, inmolado en la defensa de los algarrobos. Sólo se lee: Víctor Zalazar. 2 de octubre de 1956. Como buen algarrobo, el madero está intacto.

Dicen que Zalazar fue un hombre a quien la cooperativa Tecapa lo designó guardián de El Cañoncillo. Él iba y venía, recorriendo el bosque hasta que un día no regresó. Semanas después lo encontraron muerto. Lo habían asesinado los leñadores.

PASADO HISTORICO

Este bosuqe fue el hogar de los antiguos pobladores del valle Jequetepeque (hace 10 mil años), donde edificaron sus nobles viviendas de barro y sus imponentes murallas, cuyos vestigios se mantienen en pie.

Las gruesas ramas abrazan los muros de adobe, muestra de lo que hicieron las culturas Cupisnique, Mochica y Chimú. Los estudiosos dicen que hay plataformas, cerámica, recintos y plazas ceremoniales.

Un buen ejemplo de que nuestros ancestros supieron convivir con la naturaleza sin exterminarla, lo que en conceptos modernos se le denomina desarrollo sustentable.

AGUA CRISTALINA

La caminata agota, pero la satisfacción es grande. Entre la vegetación se abre paso una apacible laguna, un espejo de agua donde se reflejan el cielo, los árboles y cerros, cual hidalgos centinelas. En sus orillas soltamos el equipaje y nos alistamos para comer.

En sus aguas apreciamos una variada flora: helechos y totora, donde se esconden los patillos, zambullidores, tordos y garzas que pugnan por cazar a distraídos pececillos.

Con impotencia el visitante observa los extensos espacios despejados que dejaron los árboles cortados por los taladores que extraen leña para vender. Sólo quedan troncos casi a ras del suelo. Por eso, años atrás se formó un comité de defensa empeñado en impedir la depredación y promover nuevas posibilidades de desarrollo para la comunidad. Se trata de brigadas voluntarias que vigilen esta área natural e impulsar el aprovechamiento indirecto del bosque como recurso turístico.

EL DATO

Este exótico paisaje está a dos horas y media de Trujillo (en vehículo), pasando por San Pedro de Lloc (Pacasmayo) San José, Tecapa y Santonte.