El paleontólogo autodidacta de Paucamarca


Paucamarca es la capital del distrito Gregorio Pita, ubicado a 20 minutos de la ciudad de San Marcos (Cajamarca) y se caracteriza porque su gente es muy emprendedora, exitosa, amable y grata con su pueblo. Aquí encontramos a Enrique Reynaldo Ramos Abanto, un raro personaje, que desde hace 10 años se dedica a coleccionar los fósiles que están desperdigados en esa agreste geografía andina.
En el pueblo todos lo conocen como una persona que colecciona “piedras raras”. A un costado de su vivienda, exhibe pesadas rocas con distintas figuras talladas por la naturaleza: un  dinosaurio, un águila u otras con formas de estalactitas, una silla, una ardilla gigante; inclusive, la rueda de un molino de piedra con la que se muele cereales, aprovechando la fuerza del agua. Todas éstas las llevó hasta su casa con ayuda de algunos vecinos, en acémilas o en vehículos.
Después de una primera explicación nos pide ingresar a una estrecha sala donde acondicionó unos estantes en los que ordenó, según el tamaño, al menos 500 piezas de de fósiles y piedras trabajadas por antiguas culturas o simplemente talladas por acción de la naturaleza.
Emocionado nos muestra un pelícano, tortugas, caracoles de diversos tamaños, conchas, una hoja de tuna, raíces, peces, estrellas de mar, raíces, entre otros. Le presta mayor atención a una que tiene forma de bota, y que un paleontólogo le dijo que se trata del fragmento de la pierna de un ser humano (desde la rodilla hasta el pie) y varias piedras medianas con incrustaciones en el centro, a manera de encofrado, las que habrían sido trabajadas por los pobladores ancestrales de esta región.
Ramos Abanto es un pequeño agricultor de 51 años de edad, y recuerda que de pura casualidad se adentró en este hobbie, que ahora es parte de su vida, pues se ha especializado de tanto conversar con tanta gente que visita su colección, por eso, sus paisanos le avisan cuando encuentran alguna rareza de este tipo, y él va en su búsqueda, aprovechando los feriados o domingos porque no puede descuidar su chacra, pues con las cosechas sustenta su hogar.
“Como de costumbre, un día salí al campo y en el camino encontré una piedra que me llamó la atención, la recogí y la traje a casa. Después cada vez que iba a mi chacra no dejaba de observar el suelo en busca de otras, y siempre encontraba. Hasta que me di cuenta que de nada servía tenerlas guardadas y acondicioné una pequeña sala para mostrarlas a los visitantes”, comenta.
Hasta el momento logró recoger más de 500 piezas grandes y pequeñas, entre las que hay fósiles, formaciones naturales y talladas por las antiguas culturas que poblaron este territorio.
Ramos Abanto sólo cursó estudios de primaria, pero ya se considera un ducho en la paleontología, es decir, que empíricamente indaga lo que guardan los fósiles (restos o señales de la actividad de organismos conservados en las rocas sedimentarias que pueden haber sufrido transformaciones en su composición o deformaciones: esqueletos, conchas y caparazones de animales, plantas, moldes o las huellas de la actividad humana o animal).
“Los últimos años me visitó mucha gente, entre ellos algunos estudiosos que me decían que estos eran fósiles y yo les preguntaba qué cosa era eso, y me explicaban que eran animales o plantas petrificadas. Así, de a pocos, fui aprendiendo y ahora sé con certeza lo que hago, y la importancia que tiene para la humanidad”, asevera.
Entre sus ilustradores está el catedrático de la Universidad Mayor de San Marcos, Olegario Marín, quien le proporcionó bibliografía sobre la Paleontología, la que lee con avidez. Y lo que le causó más sorpresa y satisfacción fue que en esas páginas encontró figuras y dibujos de todos los objetos que tiene en su poder. Eso le imprimió más entusiasmo para seguir adelante en su afición.

Advierte que esta tarea no es fácil porque siempre encuentra obstáculos, pero él sabe esquivarlos y salir triunfante con lo que se propone, por eso ahora proyecta construir un museo con estructuras de piedra, madera y barro, y aunque solicita el apoyo de las autoridades locales y regionales o de instituciones privadas, asegura que de todas maneras lo concretará este año, pues ya tiene listo el material y sólo espera que termine el periodo de lluvias para iniciar la obra.
Insiste en que no quiere utilizar cemento ni ladrillo, sino materiales de la zona para que no desentone con el paisaje, y que los visitantes se sientan a gusto.
“Sé que esto es algo valioso y un aporte para el Perú y el mundo, desde Paucamarca. Habrá grandes museos modernos en las ciudades, pero acá tenemos lo que nos provee la naturaleza, producto de la evolución a lo largo de millones de años. Lo importante es que las futuras generaciones conozcan y sepan cómo qué hubo en el pasado”, enfatiza.
Ramos Abanto también está aprendiendo a tallar y dibujar en piedras. Antes de salir, le compramos algunas de sus creaciones como una forma de retribuir su enorme esfuerzo en beneficio de la cultura, tarea en la que también están involucrados sus menores hijos, quienes ya aprendieron a reconocer los fósiles.
Tierra de filántropos
Paucamarca es un pueblo cajamarquino prodigioso, nos solo por su productividad agrícola, sino también por la grandeza de su gente. Muchos salieron a temprana edad en busca de otros horizontes, y alcanzaron el éxito, tanto en el Perú como en el extranjero; pero lo más importante no es eso, sino que nunca se olvidaron de la tierra que los vio nacer. La gratitud es su característica principal, de tal manera que las principales obras de desarrollo que se hicieron realidad aquí fue, en parte, con el aporte de ellos.
Uno de los más representativos es Mario Abanto Cerdán, un empresario paucamarquino que tiene restaurantes en Estados Unidos, que figuran en entre los mejores de comida latinoamericana. Él, todos los años, retorna a su pueblo natal, donde es muy querido porque aportó para reconstruir la iglesia, la escuela, la Plaza de Armas, la posta médica, a la que donó una ambulancia equipada. Lo propio hizo en la ciudad de San Marcos, al aportar recursos para la iglesia, y este mes regaló un enorme reloj para el flamante mercado que inauguró la municipalidad provincial.
Nicolás Carrera Dávila es otro empresario filántropo que cada vez que le solicitan siempre apoya en algo. Él empezó vendiendo pan en Trujillo ahora es un próspero comerciante, conocido como el impulsor de una de las festividades liberteñas que convoca más gente en un solo día: el carnaval de Conache.
Telmo Sánchez Lezama es sanmarquino y todos lo conocen en toda la provincia porque siempre estuvo presente en cuanta obra se ejecutaba. Dicen que la hidroeléctrica de San Marcos iba a quedar inconclusa por falta de dinero, al enterarse se ofreció a trabajar sin cobrar nada, inclusive con sus alumnos. No sólo eso, también se encargó de gestionar los recursos que faltaba, y personalmente trasladaba alimentos y materiales desde la ciudad hasta donde estaban los obreros.
Lo más curioso es que es ateo y también laboró gratis con el afán de que se termine pronto la construcción del templo católico de Paucamarca, a fin de que sea inaugurado aprovechando la fiesta patronal. Además, se caracteriza ser muy solidario. Amparo Castañeda lo explica bien: “Aparece en el momento exacto que uno lo necesita, aunque no lo llamemos”. La lista de esta gente es larga, pero para ejemplo, basta. Por eso, visitar estos lares es más que reconfortante.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ES UN ARTÍCULO MUY INTERESANTE, PERO PAUCAMARCA TIENE MÁS BELLEZAS. VISÍTENLA PRONTO. ¡ESA ES MI TIERRA!. WILMARCITO

Unknown dijo...

Asì, una tierra de grandes.