Promueven atractivos de Pachacámac

Lima, (Andina). La mayoría asocia Pachacámac al famoso santuario prehispánico ubicado al sur de Lima. No obstante la belleza e importancia de dicho sitio arqueológico, el cercano distrito con el que comparte nombre tiene varios otros encantos para ofrecer al eventual visitante.
Para llegar a ellos hay que continuar por la antigua carretera Panamericana, pasando el centro arqueológico, e ir más al sur. Siguiendo ese camino, después de ver a ambos lados de la vía chicharronerías y tiendas de productos agrícolas, está un desvío que lleva al pueblo de Pachacámac.
Sólo con tomar esa ruta y avanzar unos cuantos metros, el paisaje empieza a cambiar. Se experimenta una fuerte variación de la aridez que dominaba el panorama a un verdor más acogedor. Estamos entrando en uno de los últimos pulmones de Lima. Una de las tantas peculiaridades que la municipalidad quiere explotar.
El acogedor pueblo de Pachacámac fue fundado en 1533. Aunque su arquitectura ha evolucionado con el correr de los años, todavía conserva un aire a tradición en sus construcciones. Al pasear por sus calles, uno tiene la sensación de estar en una localidad de provincia, y no en uno de los distritos de la gran Lima.
A un paso de su plaza de Armas, en la calle Lima, se halla el museo del pisco. Es promocionado como el primero de su especie en el Perú. Pedro Lariena Castro, el dueño, es un marino retirado que ha heredado de su familia, antiguos hacendados de Surco y Pachacámac, varios implementos para la fabricación de nuestra bebida bandera.
Entre lo más preciado se encuentran botijas españolas del siglo XVI y alambiques con varias temporadas de uso. Un añadido son los curiosos objetos que Lairena ha coleccionado. Por ejemplo, una carreta granadera de la época de la guerra con Chile.
Alejándose del pueblo, existen otros atractivos que los vecinos de Pachacámac mencionan con orgullo. Por ejemplo, al seguir una de las rutas que conducen a Cieneguilla, cercana al centro poblado Cardal, se ubican la piedra del amor y la fuente de la eterna juventud.
Ambos lugares deben su nombre a las historias que han pasado de generación en generación en el valle. Para llegar a ellas se debe introducir por una de las escasas zonas agrícolas que quedan en las cercanías de Lima.
Se asegura que la piedra del amor –que le debe su nombre a una leyenda de amor prohibido del folclor local– provoca que los enamorados que se besan mirándola nunca más se dejan. La fuente, que está a unos minutos a pie, es un manantial que –aseguran– rejuvenece a quien bebe de él. Para demostrarlo señalan los pachacamaquinos a varios longevos vecinos.
El buen clima y la ubicación de Pachacámac han hecho que cada vez más limeños lo tomen como destino de fin de semana. Por tal motivo, la oferta gastronómica está creciendo y especializándose. A los tradicionales restaurantes– como Los Rosales o La Familia– se han sumado otros, generando una interesante ruta del buen comer.
César Duarte, propietario de Paso Obligao y presidente del gremio gastronómico de la localidad, explica que esta especie de boom, más que generar competencia, ayuda a que todos se hagan conocidos.
Por ejemplo, el comensal puede escoger entre ir a uno de los restaurantes con granjas interactivas para niños –la Granjita Feliz o la Casa del Arriero, por ejempo– o ir a un local de comida más tradicional, como El Ternerito, La Ramadita o la Tía Cucha. Incluso hay en el menú sitio para la fusión mexicano-peruana en Pacha... a comer.
Restaurantes más lujosos también han arribado por estos pagos. Desde hace algunas temporadas está Don Cucho, del popular chef Cucho La Rosa, con su no menos famoso lomo saltado. Pero desde hace unos meses se puede optar también por La Gloria del Campo, versión campestre del exclusivo local miraflorino.
10 soles por persona cuesta las visitas guiadas por Pachacámac organizadas por la municipalidad. 15 nuevos soles si no se cuenta con vehículo.

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