Guido Sánchez Santur
La diversidad es una de las características principales del territorio peruano, que se expresa en las diferentes manifestaciones culturales de cada pueblo, y en la biodiversidad dada por las 84 zonas de vida que posee, de las 108 existentes en el mundo; además de los 28 climas que tenemos, entre los 32 identificados en el planeta.
Lo interesante es que parte de esta diversidad está al alcance de todos aquí mismo en La Libertad. Sólo tenemos que animarnos a dejar la atiborrada ciudad y desplazarnos hacia los parajes naturales que nos invitan al relax y al descubrimiento de una forma de vida más sosegada.
El afán de encontrar nuevos destinos nos llevó a enrumbarnos, en una camioneta 4X4, hacia el ande liberteño siguiendo la carretera Panamericana, hacia el sur de Trujillo, hasta el distrito de Chao, en la provincia de Virú, donde viramos a la izquierda y nos adentramos en una verdadera aventura que combina la adrenalina, la emoción y el orgullo de conocer la riqueza del Perú profundo.
Este descubrimiento se inicia en Alto Moche, tan luego salimos de Trujillo, donde empezamos a admirar que el desierto, en ambos lados de la Panamericana, ha sido transformando en una extensa sábana verde, gracias al proyecto de irrigación Chavimochic, facilita la producción de espárragos, paltos, caña de azúcar, pimiento piquillo, alcachofas, viñedos, etc.
Por una de las estrechas calles de Chao ingresamos a la vía que nos lleva hasta el Santurario Nacional de Calipuy, a sólo cuatro horas de Trujillo, pasando por peque ños pueblos que conservan sus tradiciones y que su gente se dedica a la agricultura, la ganadería y otras actividades productivas menores.
Así, a través de una trocha carrozable, recorremos un canal derivador de Chavimochic, pasamos cerca a Buena Vista, cruzamos el imponente canal Madre y seguimos la vía que comunica a Monte Grande, Santa Rita, Huamanzaña, Llacamate, Huaraday y Saile.
En este trayecto admiramos las faenas de los agricultores dedicados a la siembra de maíz, donde se avista un colorido panorama durante la cosecha. También están los productores de pan llevar y que, a su vez, se dedican a la ganadería lanar, caprina y de vacunos.
Acompañados de un radiante e intenso sol, en el valle de la parte baja, y un aire fresco con leves ráfagas de viento y un cielo azul despejado, en las estribaciones andinas, avanzamos sorteando la estrecha carretera abierta entre la roca, con curvas cerradas y algunos tramos muy empinados, a prueba de los mejores conductores.
El paisaje adquiere un especial esplendor cuando ascendimos por la margen derecha del río Huamanzaña (seco en esta temporada), donde advertimos una extensa área poblada de cactus, con predominio de la especie de los gigantones, que crecen en un terreno totalmente pedregoso entre enormes rocas, y cuya tierra tiene una coloración rojiza, como un escenario sacado de la serie El Gran Chaparral.
En esta misma zona, dos contrafuertes andinos forman un pequeño cañón que, visto desde la parte alta, se pierde en e extensol valle costero. Este apacible paisaje, se transforma en las temporadas de lluvia cuando el Huamanzaña desata su furia, abandona su cauce e inunda los campos de cultivo.
En todo el trayecto, sobre todo en las partes más altas, apreciamos niños, adolescentes y mujeres vistiendo trajes típicos que pastan su ganado, soportando el calor o el frío, acompañados de su inseparable perro pastor que evita la dispersión y el alejamiento de los animales.
Esta ruta nos deja dos grandes lecciones: la enorme capacidad del ser humano para adaptarse a los espacios geográficos más agrestes; y la forma cómo van cambiando los pisos ecológicos a medida que ascendemos a las partes más altas del territorio, lo cual se evidencia en la diversa vegetación y flora, así como en los marcados microclimas. Una verdadera clase práctica de eco-geografía que uno jamás podrá olvidar.
UN PARAISO EN EL ANDE
Cuatro horas después, desde nuestra partida en Trujillo, llegamos al Santuario Nacional de Calipuy, caracterizado porque en su ámbito se protege la Puya Raimondi, una especie vegetal endémica del ande del Perú, Chile y Bolivia, y cuya mayor densidad de plantaciones se encuentra en esta área protegida.
Esta especie alcanza de 3 a 4 metros de altura en crecimiento vegetativo, pudiendo llegar a 15 metros con la inflorescencia. Produce racimos de 8 mil flores y 6 millones de semillas por planta. Vive más de 100 años, pero ni bien florece muerey esto ocurre entre los meses de octubre a diciembre.
De ahí pasamos a la Reserva Nacional de Calipuy que alberga a por lo menos 400 ejemplares de Guanacos, especie de camélidos americanos en extinción y que su mayor población está en este territorio. Además posee varios pisos ecológicos con una diversidad de flora y fauna que se encuentra en un proceso de identificación.
Salimos de esta maravilla y descendimos al centro poblado Calipuy, nombre de la antigua hacienda de la familia Porturas, y enrumbamos a la ciudad de Santiago de Chuco, donde está la casa César Vallejo, nuestro poeta universal.
La siguiente parada es en el distrito Cachicadán, conocido por sus aguas termales, con propiedades curativas, y el cerro La Botica, que abriga una considerable cantidad de plantas medicinales, aprovechadas por los conocedores de la medicina tradicional.
Tras un recorrido de tres horas, desde Cachicadán, estamos en Huamachuco, cuya imponente ciudadela de piedra Markawamachuco sorprende a todos quienes la visitan por el ingenio de sus constructores, lo cual evidencia el elevado nivel cultural que alcanzó la civilización de los huamachucos.
La provincia de Sánchez Carrión también ofrece aguas termales en Yanasara, a dos horas de Huamachuco, paseos en bote en la Laguna Sausacocha que además es un criadero de truchas; así como escenarios para la práctica de deportes de aventura en varios lugares de su territorio.
Esta Ruta es factible recorrerla en no menos de cuatro días, disfrutando no sólo de esa riqueza natural, el aire puro, historia y su gente, sino también de la exquisita gastronomía con matices especiales en cada uno de los pueblos que visitamos. El retorno a Trujillo, desde Huamachuco, es a través de una carretera bien conservada. No hay pretexto para no recorrer este itinerario, sólo se requiere un espíritu aventurero.