Por: Guido Sánchez Santur
“Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita de junco y capulí; ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita la sangre, como flojo coñac, dentro de mí…”.
Este verso extraído del poema Idilio Muerto lo voy recitando mentalmente, mientras camino esas estrechas calles, con sus casas de elevado tejado y extensas habitaciones, como aquella que acogió a César Abraham Vallejo Mendoza, en sus años mozos.
Mis pulmones y mi pecho se hinchan al respirar ese aire, andino y puro, pero sobretodo al pisar el suelo de la Santiago de Chuco, por donde, en su niñez, corrió y jugó el más grande poeta peruano, reconocido recién después de su muerte, ocurrida un 15 de abril del año 1938.
Por una estrecha y empinada calle llego a la vieja casona donde creció el vate hasta los once años (1905), la misma que desde 1997 está bajo la administración de la municipalidad provincial de Santiago de Chuco que la convirtió en Casa Museo.
“Hermano Miguel, hoy estoy en el poyo de la casa, ¡donde nos haces una falta sin fondo!, me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá nos acariciaba: “pero, hijos…”.
Traspaso el umbral de la casona y me reciben muy atentos Jackeline Tapia Sandoval y Wilson Alayo Cueva, quienes a diario dan la bienvenida y guían a los visitantes que vienen desde muy lejos.
A la entrada está un pequeño jardín y al frente una estatua del poeta, que da paso a lo que fuera la sala de recepción de visitas, donde se exhiben parte de las pertenencias de la familia (una plancha de acero, sillas, una victrola, etc.), además de fotografías, dibujos y pinturas que muestran diversos momentos de la vida del poeta, al igual que algunas tallas.
Al fondo de la misma sala está una pequeña capilla dedicada a la oración cotidiana, pues la familia fue muy religiosa habida cuenta que los abuelos del poeta fueron sacerdotes. Ahí reposa una pequeña imagen de madera de San Isidro Labrador, el patrón de los agricultores. También destaca una pintura de estilo mestizo con la imagen de San José.
Luego pasamos a lo que en un primer momento fueron dormitorios y después, el comedor y que está dividido por la puerta que nos lleva al patio posterior. Ahí nos topamos con el poyo (estructura de adobe en la parte externa de los ambientes), donde el poeta descansaba con sus hermanos, según lo refiere nostálgicamente en su poema A mi hermano Miguel.
Según el escritor, Francisco Izquierdo Ríos, en una conversación que sostuvo con Jesús, la hermana mayor de César Vallejo (1946), ésta le comentó que uno de sus hermanos (Víctor) nació en el poyo.
Pero lo que más me sorprende es aquel capulí, aunque no es el original, que se yergue casi al centro del patio posterior, donde se cultiva otro jardín. Esta especie arbórea andina es el símbolo del poema Idilio Muerto, dedicado a su “dulce Rita”.
Al frente está lo que fue la puerta principal (hoy clausurada), y a un costado la oficina de su padre (un abogado sin título), quien ocupó varios cargos públicos (gobernador, recaudador, etc.) y que tuvo a César como su ayudante, desde muy pequeño. En este ambiente encontramos mucha información biográfica, poemas, fotografías, apuntes gráficos y más objetos de la familia.
En otro cuarto apreciamos una cómoda con el velero, y una alfombra tejida artesanalmente con lana de oveja, baúles, una sombrilla y parte de la cama, percheros cuadros, dibujos y caricaturas, entre las que destaca una copia de la que le hizo Pablo Picasso.
Después pasamos a la cocina, con modificaciones posteriores, cuando su hermano Víctor amplió la casa. Desde esa fecha se convirtió en un dormitorio. Hay también parte de los utensilios de la época, un horno de barro en el que cocían el pan, como lo había en la mayoría de casas del ande, y no podía falta el cuyero (guarida de los cuyes). Además de antiguos canalones que fueron parte del sistema de agua y desagüe de la vivienda, con su propio pozo de almacenamiento de agua revestido con piedras.
También se muestran tres nuevas cartas originales escritas con puño y letra del poeta y que fueron entregadas a la municipalidad santiaguina por la Universidad Nacional de Trujillo (UNT). Estas datan del año 1912, cuando Vallejo frisaba los veinte años de edad y fueron dirigidas a su hermano Víctor que en ese entonces se encontraba en Santiago de Chuco.
“Ya no tengamos pena. Vamos viendo los barcos ¡el mío es más bonito de todos! con los cuales jugamos todo el santo día, sin pelearnos, como debe de ser: han quedado en el pozo de agua, listos, fletados de dulces para mañana” (Trilce III).
Diciendo estos versos salgo de esta casa que ha de ser el templo de la poesía peruana, a donde debemos acudir contritos, los amantes de la creación vallejiana. Camino por esa calle empinada y me alejo observando la inmensidad de aquel azul y radiante cielo, el mismo que iluminó a César Vallejo Mendoza.
Este verso extraído del poema Idilio Muerto lo voy recitando mentalmente, mientras camino esas estrechas calles, con sus casas de elevado tejado y extensas habitaciones, como aquella que acogió a César Abraham Vallejo Mendoza, en sus años mozos.
Mis pulmones y mi pecho se hinchan al respirar ese aire, andino y puro, pero sobretodo al pisar el suelo de la Santiago de Chuco, por donde, en su niñez, corrió y jugó el más grande poeta peruano, reconocido recién después de su muerte, ocurrida un 15 de abril del año 1938.
Por una estrecha y empinada calle llego a la vieja casona donde creció el vate hasta los once años (1905), la misma que desde 1997 está bajo la administración de la municipalidad provincial de Santiago de Chuco que la convirtió en Casa Museo.
“Hermano Miguel, hoy estoy en el poyo de la casa, ¡donde nos haces una falta sin fondo!, me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá nos acariciaba: “pero, hijos…”.
Traspaso el umbral de la casona y me reciben muy atentos Jackeline Tapia Sandoval y Wilson Alayo Cueva, quienes a diario dan la bienvenida y guían a los visitantes que vienen desde muy lejos.
A la entrada está un pequeño jardín y al frente una estatua del poeta, que da paso a lo que fuera la sala de recepción de visitas, donde se exhiben parte de las pertenencias de la familia (una plancha de acero, sillas, una victrola, etc.), además de fotografías, dibujos y pinturas que muestran diversos momentos de la vida del poeta, al igual que algunas tallas.
Al fondo de la misma sala está una pequeña capilla dedicada a la oración cotidiana, pues la familia fue muy religiosa habida cuenta que los abuelos del poeta fueron sacerdotes. Ahí reposa una pequeña imagen de madera de San Isidro Labrador, el patrón de los agricultores. También destaca una pintura de estilo mestizo con la imagen de San José.
Luego pasamos a lo que en un primer momento fueron dormitorios y después, el comedor y que está dividido por la puerta que nos lleva al patio posterior. Ahí nos topamos con el poyo (estructura de adobe en la parte externa de los ambientes), donde el poeta descansaba con sus hermanos, según lo refiere nostálgicamente en su poema A mi hermano Miguel.
Según el escritor, Francisco Izquierdo Ríos, en una conversación que sostuvo con Jesús, la hermana mayor de César Vallejo (1946), ésta le comentó que uno de sus hermanos (Víctor) nació en el poyo.
Pero lo que más me sorprende es aquel capulí, aunque no es el original, que se yergue casi al centro del patio posterior, donde se cultiva otro jardín. Esta especie arbórea andina es el símbolo del poema Idilio Muerto, dedicado a su “dulce Rita”.
Al frente está lo que fue la puerta principal (hoy clausurada), y a un costado la oficina de su padre (un abogado sin título), quien ocupó varios cargos públicos (gobernador, recaudador, etc.) y que tuvo a César como su ayudante, desde muy pequeño. En este ambiente encontramos mucha información biográfica, poemas, fotografías, apuntes gráficos y más objetos de la familia.
En otro cuarto apreciamos una cómoda con el velero, y una alfombra tejida artesanalmente con lana de oveja, baúles, una sombrilla y parte de la cama, percheros cuadros, dibujos y caricaturas, entre las que destaca una copia de la que le hizo Pablo Picasso.
Después pasamos a la cocina, con modificaciones posteriores, cuando su hermano Víctor amplió la casa. Desde esa fecha se convirtió en un dormitorio. Hay también parte de los utensilios de la época, un horno de barro en el que cocían el pan, como lo había en la mayoría de casas del ande, y no podía falta el cuyero (guarida de los cuyes). Además de antiguos canalones que fueron parte del sistema de agua y desagüe de la vivienda, con su propio pozo de almacenamiento de agua revestido con piedras.
También se muestran tres nuevas cartas originales escritas con puño y letra del poeta y que fueron entregadas a la municipalidad santiaguina por la Universidad Nacional de Trujillo (UNT). Estas datan del año 1912, cuando Vallejo frisaba los veinte años de edad y fueron dirigidas a su hermano Víctor que en ese entonces se encontraba en Santiago de Chuco.
“Ya no tengamos pena. Vamos viendo los barcos ¡el mío es más bonito de todos! con los cuales jugamos todo el santo día, sin pelearnos, como debe de ser: han quedado en el pozo de agua, listos, fletados de dulces para mañana” (Trilce III).
Diciendo estos versos salgo de esta casa que ha de ser el templo de la poesía peruana, a donde debemos acudir contritos, los amantes de la creación vallejiana. Camino por esa calle empinada y me alejo observando la inmensidad de aquel azul y radiante cielo, el mismo que iluminó a César Vallejo Mendoza.
MÁS DATOS
César Vallejo nace el 16 de marzo de 1892. Hace sus primeros estudios en su tierra, en la Escuela Municipal y luego en el Centro Escolar No. 271, conocido como Centro Viejo de Trujillo. Entre 1905 y 1908 estudia secundaria en la ciudad de Huamachuco, en el colegio San Nicolás. En 1910 se matricula en la Universidad de Trujillo, pero abandona los estudios y vuelve a su tierra. Enferma en París y muere el 15 de abril, a las 9:30 de la mañana.
La Casa Museo César Vallejo está abierta al público desde el año 1999. El promedio de visitas diarias es de 30 personas. El costo de ingreso no supera los 2 soles adultos, un sol los niños. Se estima un promedio de 800 visitas mensuales, de las cuales alrededor de 80 son extranjeros.
César Vallejo nace el 16 de marzo de 1892. Hace sus primeros estudios en su tierra, en la Escuela Municipal y luego en el Centro Escolar No. 271, conocido como Centro Viejo de Trujillo. Entre 1905 y 1908 estudia secundaria en la ciudad de Huamachuco, en el colegio San Nicolás. En 1910 se matricula en la Universidad de Trujillo, pero abandona los estudios y vuelve a su tierra. Enferma en París y muere el 15 de abril, a las 9:30 de la mañana.
La Casa Museo César Vallejo está abierta al público desde el año 1999. El promedio de visitas diarias es de 30 personas. El costo de ingreso no supera los 2 soles adultos, un sol los niños. Se estima un promedio de 800 visitas mensuales, de las cuales alrededor de 80 son extranjeros.
Asimismo, está vigente un convenio interinstitucional suscrito entre la municipalidad provincial de Santiago de Chuco, la empresa minera Barrick, el Instituto Nacional de Trujillo (INC - La Libertad) y el arzobispado de Trujillo, cuyo objetivo es mejorar y poner en valor este inmueble histórico.