Virú, rituales que perduran en el tiempo

Por: Guido Sánchez Santur

Virú es una provincia impregnada de historia, leyendas y mitos, cuya grandeza ancestral parece haberse mimetizado entre la bonanza contemporánea, en esa emergente producción agroindustrial que no sólo abre las puertas a la exportación, sino que complementa ese mosaico de atractivos históricos que encandila a los visitantes.
Junto a un grupo de jóvenes estudiantes y empresarios del turismo enrumbamos a estos lares. Nuestra primera parada fue en una imponente duna que está frente a Pur Pur, donde caminamos, corrimos y nos regocijamos con toda libertad; mientras observamos esta extensa sábana verde formada por las parcelas de espárragos, alcachofas y criaderos de ganado vacuno y ovino; y claro, no podemos dejar de sorprendernos por el imponente canal Madre que atraviesa desiertos y pétreos cerros llevando el agua que da vida a estos arenales.

Luego, continuamos hasta el campamento San José, donde 150 alumnos del colegio María Sabina Sandoval Robles del centro poblado California, ataviados a la usanza de los antiguos pobladores de estas tierras, nos esperaban listos para escenificar danzas y rituales que nos dejaron pasmados con su fuerza histórica y actoral. Realmente un recibimiento privilegiado.
Mientras la profesora Elena Altamirano de Mori relata el desarrolla de estas historias, los alumnos se desplazan y representan cada ritual, con ese ímpetu que les imprime el hecho de saberse herederos de esa gloriosa y antigua cultura Pirú o Virú.
“En los días previos a la aparición de la luna llena, el Señor Utzho Apissek, acompañado de su corte y el pueblo rinden culto a su diosa por las bendiciones recibidas y le dedican rituales y festejos en presencia del gran sacerdote”, comenta.
En esos momentos los danzantes avanzan en fila y dan inicio al ritual del agua, a la que consideran un elemento prodigioso que emana del corazón de la tierra y discurre por los caudalosos ríos. Su pureza, comparada con el resplandor de la luna, calmaba la sed del curaca y hacía germinar los campos, por eso merecía tributo.
Un grupo de mujeres vírgenes, especialmente preparadas para este acto, recoge el agua y la deposita en vasijas que luego cargan los varones y la llevan al templo, donde el sacerdote la purifica ahuyentando los malos espíritus, antes de entregarla al Gran Señor, quién la dirige al cielo y ruega a sus dioses que la dote de propiedades divinas.

Tras este ritual, de otra esquina entra al escenario otro grupo para rendirle tributo a la chicha, la bebida de los dioses que se consumía en todas las festividades de las antiguas civilizaciones. Su preparación, a base de maíz fermentado, estaba a cargo de las mujeres más experimentadas de la comarca, cuyo secreto era celosamente guardado por el catador que auscultaba cada recipiente, y la de mejor sabor se ofrecía en los festejos a sus divinidades.
Un tercer grupo de varones se desplaza abriendo surcos en la tierra, seguido de varias mujeres que, como símbolo de fertilidad, van sembrando el maíz en los hoyos; luego, viene la fase del deshierbo, el abono y la cosecha que beneficiará a los pueblos aledaños. Esta era una etapa de unión y armonía, desterrando rencillas, bajo la tutela del sacerdote que ofrendaba el pago a la tierra.
El cañán es un reptil que fue el principal alimento de los antiguos viruñeros, y que ahora va camino a la extinción, por eso le dedican un ritual. Las mujeres tejen las redes con carricillo y totora y las entregan sus maridos que salen de cacería, sorprendiendo a estos animales entre los algarrobales y arenales, mientras los machos se disputan una hembra para aparearse.
Los ejemplares machos levantan una pata para llamar a la hembra, y cuando esta se acerca paulatinamente, los cazadores los sorprenden, interrumpiendo el cortejo. A este reptil se le atribuye propiedades afrodisiacas, y es ofrecido como el mejor alimento al Señor de Virú.
Otra especie que desapareció en las costas de Virú es el venado, al que también se le rinde un ritual. Cuando los cazadores emprenden su faena hieren con su lanza a uno de estos especímenes, sentenciándolo a una muerte lenta y penosa. Previamente, las doncellas invocan a la madre luna, que proteja a sus consortes y les permita encontrar su presa porque su sangre será ofrendada a ella.
Altamirano de Mori narra cada detalle de esta historia con tal pasión que sus palabras nos remonta al pasado: “Cuenta la leyenda que hace muchos años emergieron los primeros pobladores de unas tierras llamadas Queneto, desde entonces floreció la gran cultura Virú, cuya influencia se extendió hasta lo que ahora es Ancash, en el sur; y Lambayeque, por el norte”.
Y enfatiza que ésta fue gente pacífica que no padeció el hambre. Su gobernante más destacado fue Utzho Apissek (gran conocimiento), que gobernó en el siglo 200 a.C. Tuvo poder político, militar, económico, civil y religioso, sustentados en una justa distribución de la producción.
Mientras retumba el eco de este mensaje, pasamos a degustar uno de los potajes emblemáticos de Virú: la Boda, cuya preparación data de los primeros años de la Colonia, y que complementamos con las sabrosas alcachofas, los espárragos y pimientos pikillo que nos ofrece el Proyecto Especial Chavimochic. Así, el retorno no puede ser más placentero, tras vivir una experiencia única e inolvidable.

Verdor y tradición en el corazón de Guayaquil

Por: Guido Sánchez Santur
En sí misma, la ciudad es atractiva. Llama la atención el orden del tránsito vehicular, gracias a sus pasos a desnivel, puentes y túneles, y claro, su abundante vegetación en cada espacio libre. Esto parece una filosofía no sólo de las autoridades, sino también de los ciudadanos, pues de las viviendas y locales de empresas e instituciones, cual brazos agigantados, se extienden frondosas ramas de los árboles que se cultivan en los jardines.
La maravilla es el caudaloso río Daule, sobre cuyo cauce se extiende un enorme puente que lo une con el sur del país. En una de sus orillas se impone uno de los más cercanos atractivos naturales: el Parque Histórico de Guayaquil (Ecuador), que deja extasiado a cuanto visitante se adentra entre su vegetación.
Este es un espacio de ocho hectáreas que nos transporta a la antigua provincia de Guayaquil del siglo XIX, a través de tres zonas: tradiciones, urbano arquitectónica y de vida silvestre. Está ubicado en la avenida Esmeraldas, a la altura del kilómetro 1,5 de la avenida Samborondón y forma parte de un programa cultural, medio ambiental, educativo recreativo y turístico a cargo del Banco Central del Ecuador.
Se trata de un museo de estilo de vida que recoge los procesos culturales que transitó esta región, desde la “tierra del mullu (spondylus)” hasta convertirse en la provincia del Cacao.
En la Zona de Tradiciones se expone la vida rural del agro costeño de fines del siglo XIX y comienzos del XX, rescatando las raíces históricas y las tradiciones, que están vinculadas a la agricultura y la ganadería, especialmente el cacao que trajo consigo una gran prosperidad económica a la región.
Este escenario histórico está representado por la Casa Hacienda San Juan y la Casa Campesina, incorporadas a un ambiente de plantaciones y aves de corral similar al de su entorno original. El sitio está ambientado con personajes que recrean la forma de vida montubia (etnia que se caracteriza porque sus miembros son dicharacheros con un léxico recargado de humor; sencillos, generosos y mantienen viejas costumbres, mezcladas con lo moderno).
En este espacio se reconstruyeron edificaciones que fueron muy importantes en la vida urbana de la ciudad, y cada domingo se escenifican obras teatrales que recrean las tradiciones de antaño, especialmente la rutina del hacendado y el peón de aquella época; además de preponderancia de la mujer en el hogar.
Además se cultivan huertos etnobotánicos, donde los visitantes observan una variedad de plantas nativas y endémicas de la región.
La Zona de Vida Silvestre se trata de un área boscosa que alberga especies nativas y endémicas representativas de la región costa, algunas de las cuales se encuentran en peligro de extinción, y que las podemos visitar a través de una red de puentes de madera elevados, diseñada en función de los escenarios naturales existentes.
Es un privilegio encontrar cuatro ecosistemas: Bosque seco Tropical, Bosque de Manglar, Bosque de Llanura Inundable y Bosque de Garúa, donde habitan 30 especies en exhibición y otras en estado silvestre. Esto sustenta el propósito del parque que no sólo es ofrecer entretenimiento, sino también educar a la colectividad en el conocimiento de la riqueza natural y la necesidad de preservar, a fin de que las nuevas generaciones valoren un hábitat que está muy cerca de la ciudad.
La Zona Urbano Arquitectónica acoge edificaciones, de valores histórico y arquitectónico, construidas a fines del siglo XIX y comienzos del XX, rescatadas por el Banco Central en los años 80 y posteriormente trasladadas a este parque para su restauración y reconstrucción. En este lugar se integran el Malecón 1900, la estación fluvial, el carro urbano y la presencia de personajes vestidos a la usanza de la época, con lo cual se recrea la ciudad de Guayaquil de inicios del siglo pasado.
Al terminar este recorrido nos queda la sensación de habernos adentrado en esa densa naturaleza, la historia, la cultura y las tradiciones de los guayaquileños que ellos las viven y las sienten con intensidad. Éste es un apretado mosaico que lo ofrece Ecuador a los visitantes.
CIUDAD DE CONVENCIONES
Su ubicación geográfica, el clima, sus recursos naturales y su importante cambio urbanístico han convertido a Guayaquil es una ciudad cosmopolita propicia para la organización de una serie de eventos.
A esta ciudad se le considera el puerto y puerta de entrada al Ecuador y cuenta con una moderna infraestructura gracias a las recientes inversiones empresariales (hoteles, restaurantes, transporte, auditorios, etc.), lo que le imprimen características propicias para el turismo de incentivos y de convenciones y eventos.
A través de esta ciudad se accede vía aérea al Ecuador a través del aeropuerto internacional José Joaquín de Olmedo; y vía marítima por el puerto de Guayaquil a donde han arribado numerosos cruceros; además, cuenta con un moderno terminal terrestre a donde llegan y parten buses que cubren las diferentes rutas del país.
Esta ciudad permite recoge la esencia de su gente y las costumbres recogidas de todos los emigrantes radicados acá. Esto le valió para que Guayaquil sea premiada y reconocida internacionalmente, de tal manera que en junio de 2004 varios alcaldes latinoamericanos llegaron a observar su modelo de desarrollo. Esto impulsó a la Cámara Provincial de Turismo del Guayas, desde octubre el 2003, a emprender acciones encaminadas a posicionar la imagen de la ciudad a través del Buró de Convenciones e Incentivos.
Guayaquil es capital de la provincia Guayas y tiene 2 millones 200 mil habitantes. Su puerto marítimo es el de mayor movimiento de productos no petroleros del Ecuador.
Es muy interesante visitar y apreciar el Guayaquil histórico y el barrio de Las Peñas, además el Palacio Municipal, la Torre del Reloj, el Malecón 2000 y el Estero Salado.

San Agustín, donde las leyendas cobran vida

Por: Guido Sánchez Santur

Desde la cima del cerro Huamán se domina el valle de San Agustín.

Dejamos atrás el grisáceo cielo trujillano y nos abrimos paso hacia un panorama verde, soleado y un aire fresco con sabor a libertad. Los cañaverales a los costados de la pista parecen saludarnos mientras avanzamos siguiendo la carretera de penetración a la sierra. Pasamos por Shirán, Otuzco y nos adentramos por una trocha carrozable que nos lleva a San Agustín, abrigados por un candente sol.
Estamos sobre los 3 mil metros sobre el nivel del mar. De pronto, desde un cerro avistamos unas casas aisladas y la guía Mary Lis nos advierte que ese es el caserío San Agustín. Proseguimos la marcha en la camioneta cerrada y al aproximarnos al pueblo apreciamos que una multitud de niños y adultos avanza a nuestro encuentro.
Para ellos, era todo un acontecimiento saber que por primera vez los visitaba un extranjero, nada menos que el alemán Lothar Burghardt -consejero en desarrollo de turismo en Alta Selva Negra- uno de los principales expositores en la segunda Convención Internacional: Turismo Sostenible, el Nuevo Reto del Perú, que organizaron Reptur Perú y la asociación Colibrí, la primera semana de octubre último.
La emoción nos embarga al observar que los pequeños del colegio primario No. 80948 hacen flamear banderas peruanas y alemanas, mientras escoltan a los visitantes hasta su plantel, donde los profesores y alumnos se han esmerado en preparar la escenificación de la Danza de la Siembra de la Papa, como expresión de sus arraigadas tradiciones ancestrales.
Después del recibimiento protocolar enrumbamos a la parte alta del pueblo. El entusiasta director del plantel, Luis Núñez Nacarino, nos guía al encuentro con las leyendas del pueblo. Ascendimos otros mil metros más y estamos sobre el cerro Huamán, un mirador natural desde donde se domina todo el valle productor de papa, trigo, cebada, chocho; así como ganado ovino y vacuno lechero.
Los niños viven sus tradiciones cada día.

En la cima de esta elevación geográfica nos topamos con restos arqueológicos de una ciudadela de piedra labrada, que habría tenido influencia o formado parte de los markawamachucos.
Se trata de estructuras líticas cuadradas y rectangulares distribuidas hasta en cuatro niveles. Por las características del lugar y la similitud con otros recintos pre incas, se trataría de un sitio ceremonial dedicado a los rituales; además de una fortificación militar gracias a su estratégica ubicación.
Aparte de su valor histórico, este lugar es propicio para práctica del turismo vivencial o rural, pero también de los deportes de aventura. Las formaciones rocosas naturales que se imponen entre los sembríos de papa y el ichu permiten la práctica de la escalada en roca, ciclismo de montaña, caminatas o trekking, motocross, cabalgatas, rapelismo (descenso en cuerda en superficies verticales). También vuelo en parapente o en globo
LEYENDAS VIVIENTES
Extasiados por la belleza del paisaje, a la vez que el viento acaricia nuestros rostros y el radiante sol penetra hasta nuestros huesos, apuramos la respiración para llenar los pulmones con oxigeno. Estos momentos aprovecha el profesor Núñez Nacarino para narrarnos algunas leyendas que le enseñaron los lugareños.
“Estas dos peñas están separadas en una distancia de dos metros y es posible cruzarlas improvisando un puente, pero cuando estamos al otro lado ya no se puede retornar porque se distancian paulatinamente hasta hacer caer a las personas a la profundidad, en cuyo fondo dicen que hay una laguna. Y eso parece ser cierto, porque alrededor del cerro nacen manantiales”, refiere.
Al escucharlo se me eriza el cuerpo porque estoy parado casi al filo de esas pronunciadas grietas y el viento sopla más fuerte, como confabulándose con el narrador, quien prosigue con sus relatos.
“Al frente de la peña Huamán está el cerro Lluque, donde sobresale una roca que tiene una abertura parecida a una puerta, cuya abertura está marcada. En época de invierno la espesa neblina lo cubre totalmente y las pastoras que se acercan demasiado ven al interior una ciudad preciosa con lagos, casas relucientes y coloridos jardines que las tienta a ingresar y caminar como hipnotizadas entre la gente que la habita; cuando se dan cuenta y quieren regresar no encuentran la salida. Los moradores comentan que varias mujeres han desaparecido aquí”, añade.
De esto da fe el poblador Honorio Bacilio Roldán, quien asegura que él estuvo a punto de ser víctima de este encanto. Y agrega que en el cerro Cungayo hay una roca que tiene un pozo (Pila Milagrosa), de donde los agricultores, en tiempo de sequía, recogen agua con su sombrero y la esparcen en el espacio, imitando a sus antepasados; a tres o cuatro días después de este ritual llueve a cántaros.
“No sé si fue coincidencia, pero hace cinco años dos padres de familia me dijeron que iban a ese lugar y me advirtieron que la semana siguiente llovería. A su regreso les pregunté qué hicieron y me contaron lo mismo. Para mi sorpresa, la lluvia cayó en los días sucesivos y los campos reverdecieron nuevamente”, comenta Núñez Nacarino.
Después de degustar un exquisito cuy guisado con trigo sancochado, emprendimos el regreso. Hasta hoy retumban en mi memoria las imágenes de esos míticos relatos, cuyos escenarios caminé.

Las rocas separadas que abrigan una vieja leyenda de desapariciones.

Comunidad apuesta por el turismo
La población está entusiasmada con la idea de aprovechar sus recursos arqueológicos y naturales para promover el turismo hacia su comunidad.
Esto los motivó a apostar por el turismo rural y vivencial en el que intentan adentrarse de a pocos, en cuya iniciativa esperan contar con el apoyo de las autoridades provinciales y regionales.
Uno de los primeros pasos que darán en pos de este objetivo es la construcción de un local comunal donde haya habitaciones, servicios higiénicos y duchas con agua caliente para hospedar a los visitantes.
Esta idea ya recibió el espaldarazo de la educadora y experta en turismo, Nuria Jiménez Ramírez, quien les prometió amoblar y acondicionar el hospedaje, además de contribuir a la canalización de más recursos económicos.
“Estamos dispuestos a hacer todo lo que sea necesario para darle a nuestra comunidad las condiciones necesarias que permitan atraer turistas”, aseveró el agente municipal de San Agustín, Agapito Agustín Gómez.
Al conocer esta iniciativa, el alemán Lothar Burghardt, destacó las condiciones naturales con que cuenta este lugar para la práctica del turismo vivencial. Y aseguró que cualquier extranjero podría elegir este lugar para pasar una temporada si encuentra los servicios necesarios. No descartó la posibilidad de volver a esta localidad en un próximo viaje que haga al Perú.
San Agustín tiene una población aproximada de mil 500 moradores dedicados a la agricultura y a la ganadería. Sus mujeres conservan costumbres ancestrales, especialmente el tejido en telares, utilizando lana de ovejas